Para invertir debes poner objetivos a cumplir, no juntar un monto de dinero simplemente.
Por lo general, no se tiene un objetivo por el cual se invierte. Pensalo, es lo más importante.
Si aún no lo sabes, nosotros planteamos al menos llegar al llamado “Camino a los U$S 100.000”.
Ésto te dará una primera meta, para luego pensar en las tuyas mas personales.
Invertir con objetivos claros
Mucha gente empieza a invertir sin tener un rumbo definido. Se entusiasma con la idea de “hacer crecer el dinero” y junta un monto como quien llena una alcancía, pero sin un propósito concreto. El problema es que cuando no hay un objetivo, las decisiones de inversión suelen ser débiles: cualquier caída del mercado genera dudas, cualquier tentación de gasto puede llevarte a vender.
Invertir sin un objetivo es como salir a correr sin saber hacia dónde: al primer cansancio te detenés, porque no tenés meta que te motive a continuar.
La importancia de los objetivos
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Un objetivo financiero es un faro en el camino. Te indica para qué estás ahorrando, cuál es el horizonte que perseguís y cómo evaluar si avanzás en la dirección correcta. Puede ser comprar tu primera vivienda, pagar la educación de tus hijos, jubilarte sin preocupaciones o, simplemente, alcanzar cierta independencia económica.
Sin objetivos, cualquier inversión parece suficiente. Con objetivos, cada paso tiene un sentido.
Una meta inicial: el “Camino a los U$S 100.000”
Si aún no sabés cuál es tu meta personal, te propongo un objetivo inicial: alcanzar los U$S 100.000 invertidos. Este número no es mágico ni garantiza la libertad total, pero es una meta concreta, desafiante y alcanzable.
¿Por qué 100.000? Porque es un capital que, con una rentabilidad razonable, puede empezar a darte un ingreso complementario real. Además, psicológicamente, representa un quiebre: el día que tu cuenta de inversión pasa de cinco cifras a seis, tu relación con el dinero cambia. Dejas de pensar en “ahorros” y empezás a pensar en “patrimonio”.
Ejemplo práctico
- María invierte sin meta. Cada tanto pone dinero y, cuando se le presenta un gasto extra, lo retira. Después de cinco años, su saldo es apenas un poco mayor al inicial.
- Pedro, en cambio, se propuso llegar a los U$S 100.000. Empezó con U$S 10.000 y aportó mensualmente U$S 400. No siempre fue fácil, pero la meta lo mantenía enfocado. Cada vez que quería gastarse parte del capital en un antojo, recordaba su “faro”. Diez años después alcanzó su meta, y con ella una mentalidad financiera mucho más sólida.
La diferencia no fue cuánto ganaban, sino tener un objetivo que guiara las decisiones.
Una metáfora simple
Invertir sin un objetivo es como armar un rompecabezas sin tener la tapa de la caja: no sabés qué imagen estás formando y te desmotivas rápido. En cambio, cuando tenés la imagen clara (tu objetivo), cada pieza que encajás cobra sentido, incluso si el proceso es largo.
Relato cercano
Recuerdo a Julia, que me dijo: “Quiero invertir, pero no sé para qué. Solo sé que no quiero que mi plata pierda valor”. Le propuse algo simple: que visualizara un primer objetivo concreto. Ella eligió ahorrar para dar el anticipo de un departamento. Eso cambió todo: en lugar de sentir que estaba postergando gastos, sentía que estaba construyendo su futuro. Dos años después, firmó la escritura de su primer hogar. El objetivo fue el motor de su disciplina.
Aprendizaje central
Invertir no es solo acumular dinero. Es darle dirección a ese dinero. Los objetivos no solo guían, también sostienen en los momentos difíciles y ayudan a evitar errores impulsivos. El “Camino a los U$S 100.000” puede ser una excelente meta inicial. Luego, cada uno definirá las suyas: viajar, emprender, jubilarse con tranquilidad o asegurar el futuro de la familia.
Consejo de un pelado
No inviertas a ciegas. Definí al menos un objetivo claro y tangible. Una herramienta simple es el tablero de sueños: un collage con imágenes que representen tus metas financieras y personales. Al verlo todos los días, vas a recordar para qué estás invirtiendo y te será más fácil mantener la disciplina.
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